Otro de los asuntos que llamó la atención del Micocánido durante sus semanas de asueto fue la progresiva zorromonización de algunos destacados miembros de la competencia blogesférica. Como ya afirmó el Foxmonkey en repetidas ocasiones, esta digitobitácora no deja de ser una especie de Evangelio apócrifo, por lo que comprobar físicamente los resultados de esta prédica en el desierto le llena de gozo. Get in the ring, motherfucker!!!
Pero ninguno de estos dos jugosos temas será el protagonista del comeback zorromonero. Como ustedes recordarán, en el último post anterior a sus vacaciones el Micocánido anunciaba que acudiría, presto y solícito, al recital que Mudhoney ofrecería el 27 de septiembre en la sala Capitol de Santiago. Así lo hizo, por lo que pasa a ofrecerles una detallada crónica de lo que sucedió esa inolvidable noche.
Acostumbrado a la falta de seriedad en cuanto a horarios de las salas coruñesas, el Zorromono llegó a Capitol cuando le dio la real gana, por lo que solo pudo disfrutar del último tema - una electrizante versión del Strycnine, de The Sonics- que interpretaron los teloneros, Young Fresh Fellows. Al terminar su actuación la banda de Scott McCaughey, la sala mostraba un inmejorable aspecto, con el foso a rebosar de un público cuya media de edad aumentaba según se alejaba uno de las primeras filas, copadas por un nutrido grupo de jovenzuelos que no superaban la veintena y que lucía con orgullo camisetas de Nirvana, Sonic Youth y Sub Pop. Esta animada muchachada estalló en un vigoroso pogo cuando, a las 22.30 exactamente, Mudhoney saltó a las tablas y arrancó su recital con una esplendorosa The Money will roll.

Con un sonido de lujo, la banda deleitó a sus incondicionales con un set list de ensueño, una selección greatest hits en el que no faltó ninguna de las piezas imprescindibles del sucio cuarteto. Cayeron, como es de ley, Hate the police, Let it slide, Sweet Young Thing Ain't Sweet No More, You Got It (Keep It Outta My Face), Suck you drive, Into the drink y la necesaria Touch me, I’m sick - en la que el Zorromono abandonó su habitual compostura y se arrojó a las primeras filas, para demostrarle a todos esos chiquilicuatres como nos las gastábamos en los viejos tiempos -. Hay que mencionar que hubo sitio, y mucho, para las canciones de la última etapa de la banda, la que comenzó con la marcha del bajista Matt Lukin y con el fantástico álbum Since We’ve Come Traslucents. La virulencia de temazos como Were the flavour is, Inside job y I´m Now, de su último The Lucky Ones, demuestra que, al contrario que sus amigos de Pearl Jam, Mudhoney es todavía una fuerza viva y creativa de la que se puede esperar en el futuro obras a la altura de su ensordecedora leyenda.

Una leyenda que estuvo bien guardada tanto por Steve Turner y Mark Arm como por la contundente – en lo sonoro y lo físico – sección rítmica formada por el sonriente bajista Guy Maddison, embutido en una molante camiseta de The Cynics, y Dan Peters, a quien ni se le movió el sombrero pese a golpear su instrumento con una intensidad sísmica. Pero, pese a su buen hacer, ambos instrumentistas no logaron arrebatarle a sus dos jefes el título de protagonistas de la noche, porque tanto el rubio Arm como el enjuto Turner dieron una soberana lección de cómo garajear con clase y actitud.
El vocalista del combo alternó, como es habitual, la guitarra con el micro, metamorfoseándose de sobrio instrumentista en adiposo cruce entre Iggy Pop y Micky, el hombre de goma, con sus característicos equilibrios y caretos de zumbado. Y lo de Steve Turner fue, en opinión del Zorromono, lo mejor de la noche. Buena parte de los que acudimos esa noche a Capitol creímos ver en él la reencarnación huesuda del llorado Ron Asheton; el estático guitarrista arrancó de su instrumento fuzz, ponzoña y decibelios, maltrató su wah wah a patadas, destrozó varias cuerdas y se marcó unos solacos de impresión sin que le cambiara la cara ni un segundo.
Que el Micocánido haya mencionado a Iggy y Asheton no es casualidad, porque la pareja de nerds entrados en años que lidera Mudhoney pareció evocar el lisérgico y venenoso espíritu de The Stooges durante toda la velada, sobre todo con una Mudride alargada hasta el infinito que hizo esbozar una sonrisa de oreja a oreja a los fans más veteranos y le proporcionó una tregua a los chavalotes de las primeras filas, que a punto estuvieron de romperse la cabeza varias veces con su descerebrado stage diving. Un señor concierto - mucho más macizo e intenso que el que recoge su disco en directo grabado en Madrid en 2007 - en el que hubo de todo lo que se esperaba en grandes cantidades: garage, punk, psicodelia y hard blues a lo Blue Cheer.

Dio gusto además comprobar que, más de dos décadas después, Mudhoney conserva todas las virtudes – sonido característico, humor, falta de pretensiones, un directo matador y, sobre todo, buenas canciones – que le hizo destacar a finales de los ochenta entre los amantes de los sonidos más cazurros. Obviamente, la energía no fue la misma que en 1989, pero la esencia permanece. Y permanecerá, porque ni el Micocánido ni ninguno de los seguidores de estos cuatro gladiadores de la distorsión contempla su desaparición a corto, medio o largo plazo. Ya le gustaría al Zorromono saber quien se acordará de mindundadas como Arcade Fire dentro de 20 años.
Termina el Micocánido este post recordándole a la chavalada herculina que este sábado se presentará en disco recopilatorio de Los Eskizos – leyenda local del High Energy, contemporánea y con más de un punto en común con Mudhoney, precisamente -, y que el domingo, el gran Rudi Protrudi y sus Fuzztones exorcizarán a base de mala uva esa sucursal del Infierno conocida como Ola Green. Ahí les queremos ver.
Fotografías de David Santos "El Buzo".
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