Pero cálmense, demonios... No se pongan nerviosos, que saben perfectamente que este no es un blog en el que de repente se vaya a glosar sobre los fragmentos más destacados de los Episodios Nacionales, ni de los más rimbombantes pasajes de los plúmbeos escritos de Susan Sontag. Ni siquiera de las maravillas que salen de la mente de literatos tan agudos y exitosos como Ken Folle, Arturo Pérez Reverte o Murakami, que Dio los guarde muchos años por su generosa labor de hacer que las gentes se crean muy listas por leer sus líbelos e incluso entenderlos. De lo que les va a hablar el Micocánido es de las famosas memorias de Keith Richards editadas antes de Navidad, y que coparon las portadas de todos los dominicales existentes.

El Zorromono se ha leído de cabo a rabo el volumen en cuestión y... bien. Ni fu ni fa. A ver, no me malinterpreten; Vida, que así se tituló en este país, es un libro muy entretenido, está redactado con fluidez y agudeza por parte del periodista James Fox a partir de interminables horas de entrevistas - no se vayan a creer que Keef perdió ni un solo minuto en estas chorradas-, y se lee. Pero lo que aporta no es mucho en comparación con lo que le sobra.
Porque cualquier fan de los Stones conoce perfectamente la historia de la detención en Canadá, la de la chocolatina Mars y Marianne Faithfull, la del arsenal farlopero de Freddie Sessler, la anécdota del galletón que le arreó Charlie Watts a un ebrio Mick Jagger cuando el Morritos osó a referise al marmóreo percusionista como "Mi batería" - "Tú eres mi jodido cantante", le dijo tras mandarlo a la otra punta de la habitación de un monumental leñazo-, y otras tantas chuminadas, como los amoríos adolescentes del protagonista del libro con la volcánica Ronnie Spector, y la pandilla de amigotes que Richards se echó en Jamaica y a quienes grabó dos excelentes discos bajo el nombre de Wingless Angels. Lo que no era tan público, y este libro sí que aporta algo de luz al respecto, es la versión del guitarrista sobre la compleja relación que mantiene con Mick Jagger.
Por claras razones de marketing, trascendieron unas declaraciones del Morros al poco de editarse Vida en las que afirmaba que Keef debería haberse callado algunas cosas. Y la verdad es que no es para tanto; aparte de llamarle pichicorto, escurrebultos, aprovechado, megalómano, tirillas, duermemozas, abrazafarolas y vampiro, poco más le suelta. Bueno, sí, que es un compositor fabuloso, un armonicista y cantante único y un águila en los negocios. Y al bueno de Richards se le siente sincero cuando deja entrever que lo que más le fastidió de todo este asunto fue el darse cuenta, a mediados de los 80, que su mejor amigo es un perfecto cretino.
El otro puntal del libraco son los capítulos en los que el guitarrista narra la grabación del Exile on Main Street en la mítica Ville Nelcôte - que todos los rockoteros del universo imaginamos como una especie de cruce entre la Arcadia, Sodoma y Gomera -, y los más narcóticos episodios de su sulfúrico matrimonio con la gran Anita Pallenberg.

¿Y qué es lo que le sobra a Vida, pues? Pues esos capítulos finales en los que Keef narra sus entrenidas vacaciones en exclusivas islas ubicadas donde Cristo perdió las chanclas, su caida del cocotero, y esas cosas de viejo muchimillonario canalla que no molan demasiado. El guitarrista de Loquillo, Igor Paskual - Que posición más extraña dentro del mundo del espectáculo, ¿no creen?, ser "guitarrista de Loquillo"... - incluso comparó al legendario músico con Briatore en unas declaraciones recientes. Tampoco hay que exagerar, demonios, aunque el Zorromono comprende que ser "guitarrista de Loquillo" puede poner nervioso a cualquiera, y empujar a decir cosas que en realidad no se piensan.
Pues eso, que al final la cosa se quedó un poquillo a medias. Habiendo materia prima para elaborar una bomba de neutrones, Vida se queda en vulgar bombardeo de Dresde. El Micocánido incluso afirmaría que son más entretenidas las Memorias de un Rolling Stone editadas por Ronnie Wood hace unos años , más que nada porque es una continua loa de las virtudes de su señora Jo Wood, a la que abandonó poco después para lanzarse a la persecución de camareras rusas que podrían ser sus nietas , y en las que, por lo menos, salen mucho Jeff Beck, Rod Stewart y John Belushi.

Pero ambas biografías están a años luz de las que son, para el Zorromono, las mejores memorias del rock, No Irish, no blacks, no dogs, en las que el gran John Lydon destripa la sociedad de su época y a toda la gentuza que rodeó el nacimiento del punk y de los Sex Pistols con una agudeza y mordacidad a la altura de muy pocos; es capaz de explicar su pasión por Can, Hawkwind y Captain Beefheart, y pasar al segundo a mostrar su desprecio por la descerebrada de Vivienne Westwood y chotearse abiertamente de Siouxie, aunque sus víctimas predilectas son el mercachifle de Malcolm McClaren y el pobre Glenn Matlock, al que tenían abrasao. Rotten plasma en su libro de una forma tan brutal como sincera el mezquino y asfixiante sistema británico de castas, y confecciona una continua oda al individualismo, escrita por alguen que logra sin el más mínimo esfuerzo empatizar con quien pretende hacerlo. Como los discos de los Pistols y P.i.L.
¿Quiere esto decir que el Zorromono considera No Irish, no blacks, no dogs el mejor libro sobre rock and roll jamás escrito? La respuesta es un rotundo no. Ese honor recae en el inconmensurable Por favor mátame, en el que Legs McNeil y Gillian McNail diseccionan la historia del punk desde el advenimiento de los Doors a la muerte del batería de los New York Dolls, Jerry Nolan; por sus páginas, a través de testimonios directos, desfila chusma tan reverenciable como Iggy Pop, Wayne Kramer, Richard Hell, Bebe Buell, Howie Pyro, Cheetah Chrome, Dee Dee Ramone, Andy Shernoff y un incontable etcétera de sabios, que relatan tal cantidad de barbaridades que les costará dar crédito a lo que desfila ante sus ojos. Para muestra, un botón:
RON ASHETON: Iggy bajó en busca de consejo. Se acercó a mí y me dijo "Creo que tengo un problema, ¿Puedes decirme qué es? " Entonces se sacó la poll*, la sacudió y le salió una sustancia pegajosa y verde. "Amigo, tienes purgaciones", le dije. Nico le dio a Iggy su primera dosis de gonorrea.

En el fondo, poca diferencia hay entre la mitomanía rockera y el Sálvame Deluxe. Para qué negar que lo que a todos nos gusta es la carnaza.
Totalmente de acuerdo, al libraco no le falta nada, pero le sobra mucho. Aunque sigue siendo una delicia y más que recomendable. Y, de acuerdo también con el de Lydon, aunque el formato en que está editado apesta. Y, sin estar a la altura del por favor mátame, la bio que Victor Bockris escribió sobre Kiz es el contrapunto que necesita Vida: Donde Kiz se disculpa por sus graves tonterías y da hasta pena, Bockris lo pone en su sitio sin remilgos, que no solo mick es un hijoputa.
ResponderEliminarPor cierto, que Lovin the alien, la bio de bowie, tampoco tiene desperdicio, aunque sea algo más pretenciosa que las antes citadas.
Ah, y por si acaso alguien no lo tiene, Discos Crudos acaba de reeditar (de nuevo) Por favor mátame.
ResponderEliminarOtro libro absolutamente rock and roll, aunque no trate de música es "El otro Hollywood" que también ha escrito Legs Mcneil y que trata del nacimiento y desarrollo en "profundidad" del mundo del porno
ResponderEliminarPués para mi el kill me please no vale nada, tiene algunas anécdotas graciosas pero falsea claramente el movimiento Punk y el No Irish, no blacks, no dogs del genio John Lydon es de una realidad y sinceridad aplastante
ResponderEliminarIM A SEX PISTOL MAN
gracias saludos y que todo vaya bién
chiSPa
Buenas. Pues yo ya voy por la segunda lectura ( del de keef, no de no sé qué jistoria punkarra de la que habláis) y la verdad es que se agradece. Porque son muchas las publicaciones biográficas sobre ellos que se quedaban a medias tintas (reconozco no haber leido la de Ron Wood), empezando por ese libro tipo Anthology que editaron hace varios años. Me quedo con el episodio de follarse a marianne Faithfull mientras el otro andaba rodando con Anita, con calcetín olvidado incluido. Discrepo en el comentario de que no le falta nada: se olvidó de poner el teléfono de sus dos adorables retoños....
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarLlevo meses siguiendo tu blog y me has "picado" con lo de "poca participativa audiencia", así que empezaré a participar activamente. Como tú dices, hay poca diferencia entre la mitomanía rockera y cosas como Salsa Pocha, y tengo la sensación de que una gran parte de las publicaciones "especializadas" tiran bastante por esa vía (son como la Superpop del rock) y se agradece que haya un blog como este.
Así que muchas gracias por tu blog.