
El recital hizo que el Micocánido reflexionara sobre ese extraño fenómeno que asoló el mundo entre 1988 y 1993, conocido como Guns N' Roses. Obviamente, a su mutante preferido no le apetece mucho hablar de la etapa inicial del quinteto ni del Appetite - uno de los mejores y más furiosos discos de rock jamás grabados, tanto por la calidad de sus canciones como por la carga de frustración, rabia y mala baba autodestructiva que supura -, porque son unos asuntos que, de tan tratados, pueden llegar a aburrir.
Mola más avanzar un poco en el tiempo, hasta 1993, cuando unos Guns ya totalmente deshechos se encontraban a punto de implosionar definitivamente. Al pobre Adler le habían dado la patada hacía años, y el guitarra y compositor Izzy Stradlin - sin duda, el gunner con más talento - había puesto pies en polvorosa hacía unos meses. La interminable gira del cuádruple disco Use your Illusion se movía por el mundo como un inmenso y descuajeringado mercante con bandera de Barbados, y el nivel de chifladura del cantante, Axl Rose, había alcanzado un punto de no retorno. Este avispado y esquizofrénico pueblerino, que había llegado hacía 8 años a Los Ángeles, con una ramita en la boca y una mano delante y otra detrás, era ahora el estrellón más importante del mundo del espectáculo, y tenía patente de corso para hacer prácticamente lo que le viniera en gana. ¿Y qué le vino en gana al histérico rockstar de Indiana? Pues grabar una trilogía de clips que entraron por la puerta grande en la antología del disparate.

Como ya se supondrán, el Zorromono no dispone de tempo ni de ganas de desmenuzar los videos de Don't Cry, November Rain y Estranged, que así se llaman los temas que pusieron banda sonora a estos tres aquelarres, así que tendrán que conformarse con un análisis pormenorizado de la última pieza audiovisual mencionada. No se hablará hoy pues de azoteas de rascacielos, bodas macarras, iglesias enanas, vocalistas pintados de verde, Axels multiplicados por tres ni esposas muertas, pero sí de GEOS, delfines, columpios y duchas en posición fetal con la ropa puesta.
Los nueve minutazos que dura el video empiezan con fuerza; los graznidos de unas gaviotas acompañan a la definición de la palabra 'Ilusión', suponemos que sacada del diccionario Collins Pocket. Y ya, de sopetón, aparece un comando de los GEOS armado hasta los dientes, con ambulancias y helicópteros incluidos, listo para irrumpir en una mansión. Los guripas penetran en la casa, y tras un poco minucioso registro, ven que allí no hay nadie. La inoperancia y dejadez de estos agentes del orden les impide ver que pobre Axl se encuentra subido a un armario, hecho un guiñapo. Tras este apoteósico comienzo, dos preguntas asaltan la cabeza del televidente: Qué demonios habrá hecho el cantante esta vez, para que monten tal despliegue para trincarlo y si la proyección de la sombra del muñeco de un dinosaurio en las paredes de la Maisòn, por causa del reflejo de las linternas de los polis, tendrá algún tipo de mensaje oculto.
De esta escena policíaca pasamos a las oníricas imágenes de unos nenes jugando en un prado al estilo Benneton y, de golpe y porrazo, la inconexa acción se traslada al célebre Estadio Olímpico de Munich, donde hordas de muchachos corren a llenar la pista y las gradas del recinto para no perderse a los Guns en la cúspide de su fama. El hábil director de la pieza le muestra al espectador lo que era un concierto de la banda en 1993, con todos sus entresijos y pormenores, con un destacado protagonismo reservado para una manada de zorrones angelinos - suponemos que las churris de los roqueros - que observa las evoluciones de sus chorbos a través de unas pantallas, rodeadas de velas, con unas caras de lujuria fingida que son para verlas.

Tras el show, Axl se pira a su camerino privado, mientras el resto de la banda, menos evolucionada que él en el plano espiritual, se hacina en un único vestuario en el que se lavan el pelo y se cambia los calcetines. Pues bien, mientras el pelirrojo vocalista se echa un sueñecito, su alma, su aura, o lo que sea, sale de su cuerpo y va a darse una duchita en posición fetal como todo buen atormentao que se precie.
A estas alturas, el espectador ya no tiene ni idea de lo que el colega intenta expresar con un desmán de semejante calibre, y eso que ni siquiera estamos en la mitad del video. Tras otro confuso pasaje en el que Axl interactúa con un montón de peña rara vestida de blanco, aparecen los otros grandes protagonistas de este video: los delfines. Sí, delfines. No intenten entenderlo.

El siguiente plano, para aumentar el cacao maravillao que está organizado, Axl aparece enfrente de lo que parece ser la tienda de artículos audiovisuales que aparece en el clip de Welcome to the Jungle, sólo que en vez de imágenes de guerras, matanzas y tropelías, en las teles salen...delfines. Y no solo eso; todo Sunset Strip parece haberse convertido en un documental del comandante Cousteau; en vez de calles, hay un canal, y el Roxy, el Troubadour y todos esos legendarios tugurios del roquerío más canalla parecen salidos de un rincón cualquiera de Fondo de Bikini.
Obviamente, mientras Axl se pasea por este escenario de pesadilla, sus compañeros de banda y otro buen montón de cochinas angelinas de pelos cardados y carnes prietas aparecen por ahí, en lo que parecía ser su vida cotidiana; ya saben, fumar pitis, beber de botellas metidas en bolsas de papel, tocar punteos con una Les Paul y darse unos voltios en unas Harleys como casas. Y en estas estamos, cuando, de repente, Axl aparece correteando por la cubierta de un petrolero. ¡Un petrolero! ¿Por qué, tras convertir las calles angelinas en una sucursal de la Casa de los Peces, el histérico rockstar aparece dándose un garbeo por un barcazo en alta mar? Qué mas da... No hay que entenderlo. Sólo disfrutarlo...

...Porque lo siguiente que hace Axl es arrojarse por la borda. Y, curiosamente, el mismo mar que segundos antes estaba como un plato, se pica de una manera sobrenatural, suponemos que al entrar en contacto con la tremenda fuerza kármica del vocalista. El pobre Gilby Clarke, que también se encontraba abordo, se apresura a lanzarle a su jefe un salvavidas, que el pelirrojo rechaza con cajas destempladas, y si no le escupe a la cara a ese don nadie que osó arrojarle el flotador es porque no lo tiene a tiro. El siguiente en intentar salvar al cantante es el bajista Duff McKagan, ataviado con un traje de neopreno y a lomos de un bote de remos - ¡¡¡Un bote de remoooooos...!!! - pero también fracasa, seguramente por la severa adicción a la heroína que arrastraba en esa época, y que no sólo le impedía remar, sino también prácticamente mantenerse en pie.

Tras unos anecdóticos planos de nuestro héroe jugueteando con unos delfincillos y de un doble de Slash emergiendo bíblicamene de las aguas para realizar un solo, parece que la cosa por fin se pone seria, y el cuerpo de guardacostas de los Estados Unidos decide organizar una misión de rescate como Dio manda para poner a salvo al pobre Axl, con un lustroso helicóptero equipado con todos los avances. ¿Y quién es el encargado de dirigir este complejo operativo? Pues Matt Sorum, batería sustituto de los Guns que, tras su última desintoxicación, afirmó haberse metido "media Colombia" por las narices en esos confusos días. Ahí es nada.
Y lo cachondo es que el percusionista, en pleno subidón, cumple la misión sin mayores problemas, y logra poner a salvo a Axl, que sale de este onírico trance con la única pérdida de una zapa, que termina en el fondo del mar, matarile, rile, rile. Al parecer, la factura final del clip ascendió a poco más de dos millones y medio de dólares. Y bien gastados que estuvieron, que demonios.
¿Han entendido ustedes algo? Si la respuesta es afirmativa, el Micocánido les sugiere que se lo hagan mirar. Estas tonterías de Axl Rose hay que tomárselas como lo que son; como los desvaríos de un megalómano pasado de rosca con millones de dólares a su disposición, y millones de incautos púberes que seguían con devoción todas las chifladuras que se le pasaban por la cabeza. Pero solo un necio se atrevería a negar lo asombrosamente entretenidas que resultaban las andanzas, cotilleos, dimes y diretes que produjo a principios de los 90 esa máquina de ingerir substancias y escupir rock de estadio llamada Guns N' Roses. Y no, el Zorromono no va a volver a repetir eso de que Axl sí que era una estrella de rock como debe ser, y no paniaguaos como el tipejo de Muse, o el payaso este que canta el Coldplay y que le pone a sus hijos nombre de frutas.

Supongo que parte de los dos millones de dolars habra´n sido obtenidos por la Converse, que tras Magic y Bird optaron por figuras menos prosaicas y mitológicas para realizar sus campañas. Ah, como extrañé yo las botas de cowboy por fuera de los pantacas de cuero. Ese fue final del fin (el principio del fin fue la puta falda escocesa)
ResponderEliminarPor cierto, no busquen las explicaciones de la trilogía en internet. Yo lo hice una vez, y me quedé peor de lo que estaba
ResponderEliminarQué mala baba tienes, Zorromono.Pues que sepas que Gilby Clarke estuvo nominado al Globo de Oro por su papel, con esa memorable escena del salvavidas, y el delfín Flipy ganó un Oscar al mejor actor acuático.
ResponderEliminarEsos videos fueron ridículos y totalmente alejados de la Rock&Roll attide que los llevó a la fama. Y eso que dices de Izzy me lo has copiao. Me siento como un negro de mierda (no me censuren, me refiero a que soy un pringao que escribe para otros).
y los putos pantalones ciclistas, por dios!
ResponderEliminarAl vídeo le falta un cameo de Kafka XD
ResponderEliminarMe he reído mucho viendo el vídeo y leyendo el análisis al mismo tiempo. Qué más puedo decir. Viva el Rock pasado de vueltas. Por cierto he visto el documental "Whe your are a strange", muy bueno.
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