jueves, 14 de abril de 2011

Historias de la Gran Manzana

El Zorromono lamenta recordarle, amado y respetado público, que vivimos inmersos en una sociedad capitalista en la que es una ley de la oferta y la demanda manipulada por grandes grupos de presión la que rige el destino de todo lo que nos rodea. Y como el rock and roll, esa cosa a la que muchos de nosotros dedicamos nuestra vida, no es más que un objeto de consumo más, pues permanece firmemente soldado a este corrompido engranaje.

Aclarado esto - obviamente, si no les gusta vivir en el Mundo Libre, nadie les impide exiliarse en Corea del Norte o Cuba -, ya les deben quedar claritas cuales son las motivaciones que llevan a un montón de bandas que deberían permanecer separadas a reunirse, hacer giras e, incluso, grabar espantosos discos. Para qué mencionar los ejemplos de los Stooges, New York Dolls o Turbonegro, si todos ustedes los tienen ya en la mente. Sepan que los últimos en anunciar su reunión, aunque sólo para un puñado de shows y aclarando desde un principio que lo hacen sólo por la pasta, han sido los neoyorquinos D Generation.



Conocen de sobra la historia de este grupo, porque su amigo el Micocánido no para de repetirsela a todos ustedes, aunque cambie el nombre de los protagonistas: banda talentosa con visión, estética, canciones, actitud y una resolución que asusta que se queda al borde del éxito, y que deja como único recuerdo un puñado de temazos y de desmanes. Y el caso de D Gen no es ninguna broma, porque estamos hablando de la última gran banda de ese rock eminentemente neoyorquino que comienza en New York Dolls y continúa con Kiss, Dictators, Ramones, Blondie y Dead Boys; Rock and roll punkarra de la Gran Manzana, en definitiva, con ramalazos glam, y unas pintas basadas en pelos de punta, pantalones pitillos, zapatos creepers, cuero negro, camisetas rotas, rimel y piel de leopardo. Así, todo mezclado.



D Generation nació a principios de los 90 liderado por el magnético vocalista Jesse Malin, el guitarrista Danny Sage y el bajista Howie Pyro - leyenda punk por méritos propios, como ya saben los lectores de Por favor, mátame -. Publican su primer disco en 1994, tras editar varios singles a las órdenes de gente tan preparada como el productor de los Ramones, Daniel Rey, y el bajista de Dictators, Andy Shernoff y, como siempre, el álbum es alabado por la crítica - que los saluda como los enésimos 'nuevos Guns n Roses' - e ignorado por el público.

Pese a las reseñas positivas, la banda no quedó  satisfecha con el resultado de la grabación, lo que provocó que estos desnortados rockeros destruyeran los masters originales de su debut, tirándolos a una alcantarilla frente al club CBGB, según unos miembros de la banda, o arrojándolos desde un puente a las aguas del río Hudson, según otros. Posiblemente ambas historias sean mentira cochina, aunque lo que sí es cierto es que para su siguiente álbum, que se tituló No Lunch, regrabaron cuatro de las piezas de su disco submarino.



Más urgente y melódico que su predecesor, el segundo álbum de D Gen es el que debería haberles catapultado al estrellato; editado por la todopoderosa Columbia y producido por Rik Ocasek, de The Cars, No Lunch es un tratado canónico de rock apunkarrado que destinado a conectar con toda una generación de adolescentes frustrados y furiosos. Pero se ve que esa generación estaba compuesta por una recua de oligofrénicos que vibraba con las melodías chiclosas de Green Day y Pennywise y con los alaridos del becerro que cantaba en Offspring - eran los tiempos del punk pop masivo -, y la chavalada pasó del culo de estos glamourosos despojos de la Gran Manzana.



Tras tocar con los Ramones, compartir el escenario del Madison Square Garden con Kiss, girar por todo EEUU y venir a Europa como teloneros de Green Day, los Gen se dieron una última oportunidad para triunfar; En 1998 grabaron junto al legendario Tony Visconti - productor de Bowie y T. Rex, entre otros - Through The Darkness, un disco más oscuro aún que D Generation y No Lunch, con una rabia canalizada no tanto hacia la contundencia punk como hacia un rock más clásico, que ya apuntaba por momentos lo que sería la carrera en solitario de Jesse Malin, aunque también ocultaba en la recámara balas como la nitroglicerínica Hatred.  Como era de preveer, el álbum no vendió nada, y el grupo pasó a la historia sin que le importara a casi nadie.



Parecía que el destino le había dado la espalda para siempre al rock neoyorquino, aunque los acontecimientos no tardarían en desmentirlo. Casi en el mismo instante en el que D Generation implosionaban en mil pedazos, emergía otro grupo que sgún todo el mundo recogería la bandera del sonido de la Gran Manzana. Procedentes de un elitista colegio privado del Upper East Side por un lado, y de un prestigioso internado suizo por el otro, el mundo se preparó a conocer- y soportar - a The Strokes.



El Zorromono no acostumbra a mentirles, amigos; ¿Se imaginan al hijo del fundador de la agencia de modelos Elite y al hijo del compositor de las baladas Entre mis recuerdos y Las flechas del amor conspirando por los pasillos de un alocado internado helvético, planeando montar un grupo de popete, ponerse pantalones pitilleros, chupitas de cuero y allstars, y  sacarles los cuartos a veinteañeras confusas de todo el mundo? Pues eso sucedió, hermanos. Así como se lo cuento. Los jovenzuelos en cuestión responden a los lustrosos nombre de Julian Casablancas y Albert Hammond Jr, y no, el Micocánido no es un tarugo con prejuicios hacia los ricos que cree que haya que ser un miserable y prostituírse para pagar la heroína, como Dee Dee Ramone, para ser un rockero creíble; Por poner varios ejemplos, Joe Strummer era hijo de un diplomático, Gram Parson era un confederado ricacho con tierras y plantaciones, y Jorge Martínez, de Ilegales, tiene un título nobiliario. Y todos ellos son adorados sin fisuras por su mutante preferido.



¡Pero es que lo de los Estroques ya es pasarse, demonios, que su historia parece sacada de un capítulo de Gossip Girl!. No cuesta mucho imaginárselos sentados en las escalinatas del  cole, riéndose de los que llevaban pantalones chinos mientras digerían un 'brunch' a base de 'macarons' y 'cupcakes' con un exquisito vasito de yogur en las manos. Y lo más simpático de todo es que cuando estos figuras publicaron, de la mano de una multi y con un campañón del quince detras, su primer disco en 2001, toda la prensa los recibió como... no sé, como los nuevos Velvet Underground, supongo. En todas las críticas se les comparaba con la banda de Lou Reed y John Cale, y con Television, y con Talking Heads. Con la facción más pop del punk neoyorquino de los 70, en definitiva. Y se hablaba en esos mismos tabloides de urgencia, de rabia, y de una vuelta al rock, envuelto todo esto en unas fotos de lo más pintonas de unos arrogantes muchachetes con melenilla y camisetas con rotos.



Como ya les ha contado el Micocánio en otras ocasiones, esos eran unos años en los que internet no estaba tan extendido como ahora, por lo que si querías oir un disco, tenías o que pagar y comprártelo, o esperar a que lo adquiriera un conocido y esperar más todavía a que te lo grabara en una casete. Y cuando eso sucedió, y el FoxMonkey se encontró con una cinta con Is this it - que así se titulaba el debut de los Estroques - en las manos, tenía bastante curiosidad por ver de qué iba el asunto.

El Zorromono no quiere resultar presuntuoso, pero ha de reconocer que conoce bastante bien la carrera y el sonido de Television y la Velvet. Y de Talking Heads, Ramones, Suicide y Blondie. Y lo que contenía esa zarrapastrosa TDK poco se asemejaba a esas fantásticas bandas. Eso parecía más bien una maqueta cutronga de Glutamato Ye-Ye o cualquier otro grupo de segunda fila de la Nueva Ola madrileña. Y el Micocánido no pudo ocultar su sorpresa ante esa especie de alucinación colectiva subvencionada que provocó que todo Cristo afirmara que esos mindundis eran el mejor grupo del mundo, la nueva gran banda de Nueva York y - casi, casi - los salvadores del rock. El Foxmonkey cree recordar que el único que osó poner verdes a estos chiquilicuatres fue el tarugo de Ryan Adams, que afirmó sin rubor - posiblemente porque iba borracho -  que el single de los de Casablancas, Last Nite, era un plagio churrigueresco del inmortal American Girl de Tom Petty.





Pues ahí tienen. Según toda la prensa de 2001, los Strokes y su rock de juguete eran el grupo del momento, un referente generacional y la cabeza de un ficticio renacer del rock. Por fortuna, el Padre Tiempo pone a cada uno en su sitio, y el único que ha perdurado de esos espantosos días en los que se multiplicaron las bandas de pijirock ha sido Jack White - que se encontró metido en ese fregado de pura casualidad- y sus tropemil proyectos. Y, curiosamente, en estos días coincide el retorno tanto de D Generation y su glam punk macarra de clase media baja, como el de los Strokes y su Algete Sound nuevaolero. Cada uno a su nivel, claro. Lo gracioso es que parece que a nadie le ha importado mucho ninguno de estos dos 'comebacks'.

2 comentarios:

  1. Veo que usted investigó más sobre los Stro¿ques? en su momento, así que confirma mi sospecha. Fue exactamente así. Que si acaba de salir un nuevo grupo estoniano, que si el rock and roll aún vive gracias a esta banda, que si no sé que.........
    El caso es que asegún escuché en un bar Last Nite , dije, respetando su idioma materno: Strokes sucks....

    PD: puede usted cambiar The Strokes por Jet y Last Nite por Are you gonna be my girl, mi comentario no perdería en absoluto veracidad

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  2. Buen contraste de grupos neoyorquinos que vuelven.
    Los Strokes, Jet, Killers, Kaiser Chiefs...sí, claro, van a salvar el Rock...más bien le van a dar la puntilla... o la estrokada definitiva. Son grupos que le gustan a la gente que no le gusta el rock, y ellos los consideran grupos de Rock&Roll...pues no lo son.

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