Pues allá se fue el Micocánido, pleno de interés centífico por ver que se cocía en tan popular festejo, que tiene como una de sus más destacadas particularidades - y pongo a Dio por testigo de que esto es cierto - que un tanto por ciento nada desdeñable de su audiencia acude sin tener ni la menor idea de los artistas que conforman el cartel. Pues bien, sobre el papel las estrellas del evento serían los escoceses The Vaselines, los galaicos TAB y un otoñal Peter Hook, que interpretaría un alimenticio repertorio de Joy Division.

Nada más irrumpir el FoxMonkey en el aparcamiento-de-recinto-ferial en el que se celebró el espectáculo, le llamó la atención lo pintoresco del atuendo de los asistentes, que parecían tener cosas muy raras tanto por dentro como por fuera de la cabeza; la profusión de tocados, sombreritos y otros ornamentos que llevan un par o tres de años pasados de moda parecía tener como único objetivo ocultar los espantosos cortes de pelo a lo garçon que lucían con orgulloso desdén tanto pavipollos de 18 añitos como carcamales bien entrados en la cuarentena. También resultaba llamativa la correlación que parece existir entre los problemas de visión y el pop independiente, dada la proliferación de gafotas que se paseaban por el lugar.
Asombroso fue también que, pese a las fuertes lluvias previstas, absolutamente todo Cristo se plantara allá con sus Allstars, con el consiguiente riesgo de fallecer de una mojadura. Pero dejémonos ya de tontadas y vayamos a las músicas; el primer recital que vio el Zorromono fue el de los sevillanos Pony Bravo en el "escenario pequeño", que ofrecieron buen concierto en el que dieron rienda suelta a su psicotrónico post punk andalusí. Tomaron el relevo unos tipos con corbata que se creían Kraftwerk o algo así, y que perpetraron una matraca de una hora a base de cutretecnopop pretendidamente retro. No contribuyo a dar ejundia a su propuesta la cutre y minúscula pantallita sobre la que volcaron unas imágenes industrialoides a lo Fritz Lang, y cuyo tamaño hacía pensar que la habían sustraido de la cantina de la pensión en la que se hospedaban, privando al resto de sus clientes de ver el partido del Celta.

Mientras esos futuros oficinistas molestaban con sus chorradas, en el exterior de la carpa estaba cayendo el diluvio universal, acompañado de unas inquietantes ventoleras. Comenzó a rumorearse que Sexy Sadie - ¡Sí! ¡Sexy Sadie! ¿Se acuerdan de ellos? - suspendían su actuación porque su avión no había podido tomar tierra, e incluso se comentó que los pobres TAB habían sufrido un aterrizaje tan complicado que a punto estuvo de convertirlos en los Lynyrd Skynyrd del agroindi nacional.

Al final todo quedó en un retraso de una horilla o algo así, aunque lo mejor al entrar en la "carpa grande" donde se desarrollarían los conciertos de la noche fue comprobar que el público se concentraba justo delante del escenario o detrás de la mesa de sonido, porque la lluvia había provocado la formación de una enorme poza de agua en su zona central, de la que parecía que de un momento a otro iba a emerger un cocodrilo, o algo peor.
En ese momento, los Sexy Sadie recordaban a sus talluditos seguidores lo más granado de su gris discografía, a través de sus grises éxitos y con un sonido tan gris como el que lucían en los 90. Tras el paso por el escenario de la intrascendencia hecha banda que representan los mallorquines, llegó el turno de los grandes triunfadores del festival. Pues sí, Triángulo de Amor Bizarro emergieron, imperiales y ufanos, con sus camisetas de Carahartt y sus cosas, para atorrar a sus miles de seguidores con sus "himnos generacionales" para treintañeros atribulados.

El Zorromono no se quiere extender sobre este tema, porque ya está todo dicho y va a parecer que se trata de algo personal, pero lo de estos individuos sigue siendo un misterio insondable, porque a lo que se dedicaron fue a meter un barullo de mil demonios, con un sonido absurdo que hacía imposible distinguir un tema de otro, y que lo único que provocaba era aburrimiento. Mientras estos muchachotes hacían el ganso sobre el escenario, unos esforzados operarios se afanaban en succionar el agua del lago del centro de la carpa. Algo tan intrascendente como esto consoló un poco al Micocánido, porque por lo menos alguien se estaba ganando su jornal de una forma honorable en ese festival, y el Foxmonkey no pudo evitar pensar si no sería mejor que los currelas subieran al escenario a cantarse unas piezas, y que los de TAB se pusieran a darle a la bomba de achique, más que nada para que aprendieran a hacer algo para cuando se les acabe el chollo y se tengan que buscar un trabajo de verdad.
Aunque es verdad que al público le gustó, y mucho, el concierto. La calidez con la que fueron despedidos los boirenses contrastó con la frialdad con la que se recibió a The Vasolines, banda que era prácticamente una incógnita para el Zorromono, y que ofreció una actuación que hizo que valiera la pena soportar tantas horas de dislates. Estos caballeretes escoceses se plantaron sobre las tablas con su bajo, su batería, sus tres guitarras y sus juegos de voces, y ofrecieron una sesión de folk noise melódico de quitarse el sombrero, que navegó entre Crosby, Stills Nash & Young y los Velvet de Nico, con un sonidote que dejó bien claro que las deficiencias del anterior grupo del cartel no fueron culpa ni de la carpa ni de la mesa.

Fue precisamente durante la actuación de los escoceses cuando el Zorromono comprobó el significado de la expresión 'mundos paralelos', concretamente cuando los Vaselines interpretaron seguidos sus temas Jesus Wants Me For A Sunbeam y Molly's Lips, que Nirvana popularizaron en la década de los 90. Y, de acuerdo, la fabulosa Molly´s Lips se editó, si el Micocánido no recuerda mal, en el disco de rarezas y caras b, Incesticide además de en algún bootleg, y podría ser que el vulgo no la conociera, pero es que Jesus Wants Me For A Sunbeam es uno de los malditos puntales del Unplugged in New York, un álbum que ha vendido tropecientos millones de copias en todo el orbe, y que ha marcado a varias generaciones. Pues cuando sonaron esas joyas, y creánme cuando les digo que lucieron como dos soles, la reacción de la masa fue nula. Nada. Ni pajolera idea. Y no se trata de un conflicto generacional ni de ninguna chorrada de esas, porque la mayoría de la audiencia estaba formada por gentes bien mayorcitas, que o habían gastado todo su entusiasmo coreando la tontería esa de Arréame, Arreame, Arréame, o que, directamente, ni sabían ni les importaba lo que estaba pasando sobre el escenario porque se pasaron toda la década de los 90 escuchando lo que ponían en la radio y a Duncan Dhu. Ya saben, los Smiths españoles...
Tras la luminosa actuación del grupo de Eugene Kelly y Frances McKee llegó el turno del carota de Peter Hook, que hizo acto de presencia en compañía de un grupo tan solvente en lo musical como poco agraciado en lo físico para interpretar, a un volumen sobrehumano, el repertorio de los sobrevalorados Joy Division. El muy jetas apareció por Vilagarcía y se colgó su bajo Viking de adorno, porque lo que hizo durante toda la velada fue ejercer de cantante, berreando como un carnero los inquietantes textos de Ian Curtis.

La verdad es que no estuvo nada mal escuchar coplas como She's Lost Control y Disorder tan macarrizadas y a esa hostia, porque ahí se pudo ver el verdadero carácter acabritado del cuarteto mancuniano, que les llevó a ser una influencia capital para colosos como The Fall, Nine Inch Nails y Jane´s Addiction, mientras que en España siempre se les vio como unos pijolas arty para chiquilicuatres afectados.
Tras la jarana orquestera de Hooky, que remató con el vulgo coreando en plan futbolero el estribillo de la inevitable Love Will Tear Us Apart, llegó uno de los momentos más bizarrotes de un festival ya de por sí extraño: el pase de los London Guns. Este invento consisitía en los baterías de Pete Doherty- ?¿?¿?¿?¿- pinchando y tocando unos timbales por encima, en plan Safri Duo. Y ahí tenían a los batacas de Babyshambles y The Libertines, haciendo el mandril con una botella de Ballantines, aporreando unos parches y poniendo, para solaz y diversion de las masas sudorosas - como decía Perón-, temazos tan poco obvios como Song Nº2, de Blur, y Smells Like Teen Spirit, de los pobres Nirvana. Lo cierto es que al Micocánido no le falta curiosidad por saber cuánto cobrarían estos pájaros por semejante disparate.

Y ya para terminar, el FoxMonkey comprobó con sorpresa como un pelao en chándal con pinta de pobre que se paseaba por la tarde entre los puestos de perritos calientes de la zona de mercadillo era Guille Milkiway, o algo así, que ofreció otra absurda sesión de DJ en la carpa pequeña, que perfectamente podría editarse en disco con el nombre de Boom Indi. Porque lo que allí se pudo oir fue una obviedad tras otra que remató, como no podía ser de otro modo, con una celebrada La Revolución Sexual, cuyo eufórico recibimiento acabó de convencer al Zorromono de no volver a poner sus peludas pezuñas en el Festival da Morte, ni aunque Elvis vuelva de entre los muertos y ofrezca en este evento su Comeback Special part 2. Aunque si la organización del festival tuviera a bien de contratar al Micocánido como pinchadiscos, no sólo aceptaría encantado, sino que haría desaparecer este post y lo reemplazaría por otro en el que alabaría el evento como lo mejor que se vio en Gallaecia desde el Festival de los 1.000 Años.
¿Por qué tanto odio?
ResponderEliminarMe hubiera encantado ver la cara de indignación del perromandril, rodeado por enfervorizados amantes del noise, y él, cuan largo es, de brazos cruzados y negando con la cabeza mientras musita "esto no es música, es solo ruido".
Por cierto, que ese mismo fin de semana, en Madrid, si hubo resurrecciones, la de los enemigos, Ana Curra o The nativos entre otros, en el homenaje al Agapo. Usted, simplemente, se equivocó de sitio.
Mucho te quejas, pero fuiste al festival mortal porque en el fondo sabemos que te molan los Triángulo y también los Cuadrado de amor hexagonal, tú siempre fuiste muy poliédrico.
ResponderEliminarPor otro lado, me parece bien que te sigas divirtiendo viendo a gafapastas alive, mientras otros se van a Madrid a ver a Michael Monroe.