jueves, 30 de junio de 2011

Azkeneando (I)

El Zorromono sale una vez más de su caverna para entonar su particular Endless Summer. Así es, damas y caballeros; el Micocánido se pasará todo el verano trabajando como un león, deseando que llueva para que también se jod*n los que pretendan ir a la playa, y exclamando a voces en la oficina que las vacaciones son un concepto decadente y obsoleto, y los que pretenden disfrutar de ellas, unos haraganes y unos 'indignaos'.

Pero su mutante favorito vuelve satisfecho al yugo y las cadenas del trabajo, porque la semana pasada tuvo el inmenso placer de recibir la terapia de choque que necesitaba tras soportar con trapense estoicismo esas cosas conocidas como 'Festival da Morte' y 'Sónar Galicia 2011'. Del evento indi arousano ya recibieron ustedes un completo informe hace unas semanas, y de lo otro, su amigo el FoxMonkey tenía intención de dedicarle un post entero poniéndolo a caldo, pero lo cierto es que la crónica de tan afamado festival de música avanzada se puede hacer en un par de líneas tal que estas: Una versión más grande y más cara de un fiestón en una macrodiscoteca de Carral u Ordes a la que sólo le faltó la 'Fiesta de la espuma', con su peñuqui vestida rara endrogándose en plena pista, sus peleas a mano abierta o puño cerrado, sus cuelgazos y su financiación por parte de la Xunta, que haría mejor en invertir sus dineros en evitar los cierres de institutos en vez de en organizar estas cosas.



Lo que ha hecho a su héroe mutante olvidar todo lo sufrido en los cubiles de perdición antes mencionados fue ese parnaso conocido como Azkena Rock Festival. Sí, amigos; el Zorromono pasó tres días en la bella cudad de Gasteiz durmiendo en una tienda, cagan*o de monte, cociéndose al sol o congelándose de frío según fuera de día o de noche, y comiendo alubias. Y lo celebra porque, además de esto, disfrutó de tres inenarrables días de camaradería castrense, cerveza, risas y rock and roll, en compañía de muchos miles de seres tan poco evolucionados como su compañero el Micocánido.

Y eso que el periplo para llegar desde el lugar de residencia del Foxmonkey a la bella capital alavesa fue de todo menos cómodo. Nada más embarcar en el tren que le debería llevar a su destino, el Zorromono se topó con el mayor cáncer que debe sufrir un viajero en este país: LOS PEREGRINOS. Estos malolientes seres, armados con esas mochilas con las que te arrean en la cara al menor despiste, esos ridículos palitroques y esas botarracas llenas de mugre no sólo se infiltran en todos los medios de transporte que recorren el norte de la Penísula, sino que aún encima se creen como con más derechos que los demás sólo por ser unos perfectos mataos. En el caso del Micocánido, en su vagón de tren penetró un nutrido grupo de estos entes, capitaneado un francés cuya cara de cabreo habría achantado a Juanito Oliarzabal, y que su mutante favorito atribuyó a la inherente maldad de los católicos o a algún tipo de afección rectal.



Pero eso no fue todo. Al parecer, el mismo día que comenzaba el Azkena se iba a celebrar en Burgos una oposición a magisterio musical, con lo que se fueron subiendo al ferrocarril - que paraba en la capital burgalesa en su camino a Gasteiz - una ingente cantidad de bisoños  gilís armados de apuntes, instrumentos musicales absurdos y muchos nervios.



El negro corazoncillo del Zorromono se estremeció cuando uno de esos seres le comentó a otro, a voz en grito, que había preparado una unidad didáctica sobre el Waka Waka de Shakira, con la que planeaba dejar mudo al tribunal que lo iba a evaluar.  Sí, si. Han leído bien. Waka Waka y unidad didáctica en la misma frase. '¿Pero en manos de qué oligofrenicos - pensó el FoxMonkey en ese momento, presa de una lógica indignación - estamos dejando la educación de nuestros hijos? A mi me llega un vástago y, entre llantos, me cuenta que no quiere hacer los deberes de música porque teme convertirse en subnormal, y descubro que las tareas que tanto le asustan son sobre esa aberración sonora, voy a ver al director del colegio y le pateo el culo. Que se limiten a enseñarle put*s matemáticas'.



Ya en serio, estarán de acuerdo con el Micocánido de lo absurdo y dañino de que este tipo de docentes lleguen algún día a ejercer. ¿Qué criterio y gusto tendrá alguien que se dedica a dar clase sobre música para plantear algún tipo de actividad educativa con un pedazo de basura neocolonialista, paternalista y lobotomizante como el Waka Waka? Y por Dio, estamos hablando de Shakira, una tipa que en una entrevista aseguró sentirse muy feminista porque, 'grasias a Jesucristo', las mujeres cuentan con armas tan poderosas como los tacones y las minifaldas para lograr sus objetivos en la vida. Los críos ya tienen que soportar esos spams cerebrales en la radio, en el supermercado, en el autobús y en absolutamente todas partes como para tener que sufrirlo también en el colegio. Y no, en contra de lo que puedan pensar muchos, no da igual, porque la mediocridad y el mal gusto no son buenos para nadie.

Una vez superadas todas estas vicisitudes, el Zorromono se encontró por fin en la Tierra Prometida, más conocida como la campa de Mendizabala, lugar de celebración del Azkena.  Gracias a los retrasos de la RENFE, el Micocánido no vio ni la actuación de Bizardunak - que, al parecer, dieron un gran recital haciendo el jíbaro como sólo ellos saben, mandando a la mierda el 15 M y defendiendo la lucha de clases como motor de la Historia - ni la de Eels, y llegó justito al pase de Black Country Communion.

Fue un placer ver al gran Glenn Hughes en acción, y es cierto que el sonido de la banda gana empaque en directo, pero las canciones de este supergrupo no son nada del otro jueves, por lo que tampoco hubo mucho que hacer. El 95% del ya numeroso publico que ocupaba el recinto habría preferido un recital basado enlos imponentes Soul Mover, Music From The Divine y F.U.N.K de Hughes, pero qué se le va a hacer. Eso sí, el Burn con el que remataron la actuación fue el primer gran momento del festival, y lo del ex  bajista de Deep Purple es algo sobrehumano, porque canta mejor ahora que en 1974.



Tras el entrañable show de Hughes y compañía, llegó el turno de The Cult. Los más modernetes - ergo, ignorantes - se reirán al saber que esta confusa banda de hard goth rock es una de las debilidades del Zorromono, y lo cierto es que el concierto que Ian Astbury y Billy Duffy ofrecieron en Gasteiz fue tan desconcertante como cabía esperar. El vocalista, hecho un ternero, se presentó con unos pantalones como de hacer pilates y parecía estar en un alarmante estado de embriaguez, saludando a un tal 'Señor Piso'  entre tema y tema, y obligando al público a corear 'Campeones, campeones, oe, oe, oe'. Pero la cosa sonaba, y la intensidad del show fue creciendo minuto a minuto, gracias a la eficiencia de un Billy Duffy que se vió obligado a terminar una canción a la pandereta tras haber escachuflado uno de sus instrumentos.



En un momento dado, un poco tarde ya, Astbury decidió dejarse de memeces y recordar a las 18.000 personas que abarrotaban la explanada de Mendizabala que tenían enfrente a uno de los últimos frontman del rock. Y The Cult se despidieron con un She Shells Sanctuary y un Love Removal Machine que retumbaron como un cañón y que dejaron a todo el mundo patidifuso.

Una actuación de Rob Zombie es siempre un buen momento para ir a hacer pis, tomar un refresco, o echar un ojo por los tenderetes dispuestos por el recinto, y eso es exactamente lo que hizo el Zorromono, por ese orden. Despúes de la actuación del director de La casa de los 1.000 cadáveres y Los renegados del Diablo - tan llena de disfraces, Yeahs! y Fucks! como vacía de contenido -, subió a las tablas el gran reclamo de la primera jornada del Azkena, Ozzy Osbourne.



Pese al entusiasmo que le pone el bueno de Oz, está claro que este señor no está para subirse a un escenario, y por lo que parece, tampoco para grabar discos - su última obra de ejundia, Ozzmosis, data de 1995 -. El adjetivo que más se repitió en las crónicas del concierto en la prensa local fue 'entrañable', porque eso es lo que es el pobre Ozzy: una especie de abuelita pasada de rosca casi sin voz, que ni sabe donde se encuentra, y aún encima, secundado por un grupo integrado por un griego posturitas, un bajista fantasma, un batería disfrazado de Bill Ward, y el hijo de Rick Wakeman al teclado.

Pero no malinterpreten al Zorromono. Un concierto que empieza con I Don't Know y que termina con Paranoid no puede estar tan mal. El bueno de Oz tiene tal retahila de clásicos y unos fans tan fieles que la cosa tiende a funcionar por pura inercia, pese a que los gallos que metió en Bark at the Moon casi nos dejan sordos.



Contra todo pronóstico, los grandes triunfadores de la jornada fueron Kyuss Lives!, el nombre alimenticio con el que se presentan Nick Oliveri,Brant Bjork, John García y un-tipo-que-no-es-Josh-Homme para interpretar el repertorio de los padres del stoner. Y crean al Micocánido cuando les dice que eso fue algo increíble; las más de 10.000 personas que permanecían en Mendizabala cuando el cuarteto comenzó su actuación los recibió con una histeria digna de los Rolling Stones, y los incrédulos músicos se fueron creciendo al ver la respuesta de tan entregada audiencia. El pogo que se montó no lo recordaban ni los más viejos del lugar, y Gardenia, Supa Scoopa, Rodeo y Green Machine atronaron tan pétreas y humeantes como en los viejos cd's de Kyuss.



Este grupo tuvo el honor de ser el único del festival en ofrecier un bis no planeado, en agradecimiento a la respuesta de los peludos que con tanto calor les recibieron y que tantos porros le arrojaron a John García, a petición del orondo y sonriente vocalista californiano.

1 comentario:

  1. Zorromono, echo de menos información sobre si el Ozzy también se vició con el archimegaconocido oe---oeoeoé----oé----oé......manténganos informado

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