
Para los que no lo sepan, los Fathers formaron parte de la escena rockera londinense de los últimos 80, de la que surgieron bandas tan destacadas - y olvidadas - como Quireboys, Thee Hypnotics, Dogs D'Amour y los Wildhearts. Grupones, cada uno de su padre y su madre en cuanto a estilo, que fueron fulminados por la irrupción del brit pop y otros asuntos más... más... bueno, por la drogaína, básicamente.
Godfathers pertenecían a la facción más bluesy, urbana y macarrucia del invento. En su época de máximo esplendor -que coincidió con sus obras maestras Birth, School, Work, Death y More Songs About Love & Hate - sonaban como si John Lydon se hubiera puesto al frente de los AC DC de Powerage. Y esa es exactamente la sensación, peligrosa e intensa, que siguen desprendiendo más de veinte años después de sus dias de gloria.
Fue precisamente en esos años cuando el combo tuvo a bien de dejarse caer por esta villa, una de las ciudades más aburridas y tristes del Noroeste de la Península Ibérica, marcando a sangre y decibelios a toda una generaciòn de melómanos adolescentes que llenó literalmente hasta los topes la vetusta sala Pachá. El bolo que dieron los Godfathers debió ser una auténtica salvajada, porque un par de décadas después, los ahora respetables y barrigudos padres de familia que estuvieron presentes en semejante aquelarre sonoro siguen agobiando a desprevenidos chiquilicuatres con el relato de esa épica jornada.
Prcisamente, la gente que llenó Pachá hace veinte años fue la misma que acudió religiosamente a la sala Le Club a reencontrarse con la banda y las canciones que marcaron una buena parte de su ya lejana juventud. Así pues, el panorama no podìa ser más extraño: puriles calvorotas, tripas, cougars con ganas de mambo y un ambiente en el que la nostalgia ganaba por goleada a la expectación.

Cuando los Godfathers irrumpieron en el local y cruzaron la pista rumbo al escenario al ritmo del Blitzkrieg Bop de los Ramones, separando a los cuarentones tal y como hizo Moisés con las aguas el Mar Rojo, nada hacía presagiar la increíble exhibición de fuerza que se iban a cascar los londinenses. Talluditos, con papada, con un guitarrista clavado a Paco Lodeiro y todavía con ese molante look a lo geezer de pelìcula de Guy Ritchie, la banda liderada por el vocalista Peter y el bajista Chris Coyne se arrancó con una energética pieza instrumental que dejó clara cual iba a ser la tónica de la noche. La cosa terminó de despegar con una brutal Cause I Said So, que habría provocado un pogo a hostias de encontrarse ante una audiencia menos estropeada, que pese a no poder hacer grandes alardes fìsicos, vivió con honorable intensidad toda la velada. Incluso el propio Peter no dejó de agradecer ese entusiasmo a la concurrencia, y a puntito estuvo incluso de sonreir en un par de ocasiones.

El recital, en el que los Fathers alternaron sus clasicos con temas de su próximo album, que promete una barbaridad, fue ganando fuerza minuto minuto. Y alcanzó cotas atorrantes cuando cayeron las inevitables She Gives Me Love, Johnny Cash Blues, y una sulfúrica Birth, School, W0rk Death, coreada a voces y celebrada con puños en alto por el respetable, y con la que los rockeros cerraron su actuación antes del bis.
Como le gustan al Zorromono estas cosas como de culto y medio pelo... Pues sí, que demonios, para qué negarlo. El de estos supervivientes, a quienes la edad les ha dado un aspecto cada vez más inquietante, fue un concierto bonito, potente y entretenido. Sería un topicazo afirmar que est gente mejora con los años, como el vinate, pero eso parece, porque el show fue mejor incluso que beberse un Prado Enea de 70 leuros.

Y para despedirse, el Micocánido les anuncia que este fin de semana tendrá el inmenso honor de acudir a la segunda edición del Sónar Galicia - sí, se ve que financiar esta cosa tan moderna forma parte de la 'política de austeridad' de la Xunta de Galicia-, del que rendirá cuentas en éste su blog favorito. Por suerte, y como necesaria terapia de desintoxicación ante los espantos que sin duda vivirá el Foxmonkey en ese evento que tanto cuesta al contribuyente gallego, la proxima semana asistirá a ese maravilloso parnaso, de cuyas fuentes manan leche y miel, conocido como Azkena Rock Festival.
Perdone usted, pero mejor que los caldos de Muga pocas cosas hay. Eso lo saben muy bien los propios hermanos Coyne y muchos de los vejestorios que había el sábado en LeClub.
ResponderEliminar