Si algo
tiene de bueno la sociedad de la información en la que nos hallamos inmersos,
queridos zorromoners, es que todo Cristo puede hacer público lo que le pasa por
la chola en cualquier momento. Esas redes sociales que a ustedes tanto les
gustan se han encargado de dar voz a los sin voz y, gracias a Dio, amplificar
las cosas que dicen personajes públicos de todo pelaje para solaz y diversión
de los que nos carcajeamos de sus extremas turulatadas.
Sí, amig@s, a día de
hoy cualquier baladista primordial, cantante melódica recauchutada o actor adolescente
homosexual tiene a su disposición un millar de maravillosos ingenios
tecnológicos que les permite mandar al hiperespacio, a golpe de clic, cualquier
reflexión amongolada sobre la actualidad política, descalificación soez
a la supermodelo cocainómana de turno por no querer hacerse una foto con ella
por chunga o, incluso, enviar a sus fanses un afoto enseñando la salchicha por ahí
con su churri. Pero miren lo mala que es la gente que, a veces, la sinceridad de
estos ídolos - ansiosos por derribar las barreras entre creador y consumidor, y
deseosos de compartir con la plebe su rico mundo interior- provoca confusiones
que terminan en una brutal lluvia de heces sobre los inocentes artistas y el
consiguiente castigo sin Twitter por parte de sus apoderaos.
La
última en sufrir de la maldad de esa pandilla de envidiosos y cobardes que habitan el Interné ha sido la pobre Russian Red. Lourdes Hernández, ya saben, cuya figura ya fue objeto de reflexión zorromonaica (lean, lean). Al
parecer, la meliflua cantautora acertó a escribir en su cuenta de Twitter un
confuso texto que rezaba, textualmente, “La manera de combatir la falta
de belleza es la extrema delgadez”, pero como criticándolo, obviamente, aunque
nadie se dio cuenta. Pero cuando alguien de su alrededor le quiso avisar de que,
a lo mejor, esa frase podría resultar mal entendida, la pobre ya había recibido
millares de respuestas rebosantes de descalificaciones, insultos gruesos y
barbaridades que hicieron brotar las lágrimas en los ojillos nuestra inocente
heroína.
Lourditas estaba triste, sí, e intentó subsanar su error
pidiéndole a alguien que tenía cerca que borrara el extraño mensaje que había
provocado el desaguisado como si no hubiera pasado nada. Pero fue inútil, pues esas malvadísimas gentes – el
Micocánido supone que los mismos que cercaron el Congreso e hirieron a tantos indefensos
policías antidisturbios pocos días después - seguían atizando virtualmente, con saña indignada,
a la pobre cantante de sacristía.
“Stop a la anorexia”, escribió entonces, pensando que así se
acallarían las voces que la atormentaban. Pero no lo hicieron. Los pajaritos no
cantaban ese día en el mundo de Lourdes, que en pleno berrinche escribió, con
la vista nublada por la ira y una pataleta considerable, “Por qué habéis
entendido todo lo contrario de lo que estoy diciendo? No, no y no a la anorexia
por Dios, ya”, y calló su
Twitter para siempre, siempre jamás. Es decir, su agencia de management o su
compañía le cerró el Twitter para siempre, siempre jamás, para que no metiera
más la gamba.
Estaremos
todos de acuerdo en que a Lourditas se le tienen ganas, y no solamente por su
declarada ideología derechista, como se empeñan en mantener todos los fachos
acomplejados y con manía persecutoria ficticia que la defienden, sino porque da
rabia, así, en general. Aunque, desde su ignorancia, el Zorromono opina que cuando
la peña te tiene ojeriza se debe vigilar muy mucho lo que se hace y se dice y
no ponerse a largar así a la buena de Dio, algo que a cualquiera le parecería lógico a no ser que seas una pijotera
medio borderline totalmente alejada de la realidad y “esas cosas”, que no
estamos diciendo que sea el caso que nos ocupa.
Pero
que hay más de derechas, niños y niñas, que ver las cosas por el lado bueno. Y el Foxmonkey no lo dice por esos cien millones de muertos que, según Intereconomía, es
lo único que han provocado las izquierdas, sino por la inspiración que este
último milagro de Lourdes ha proporcionado a este su mutante preferido. Sí, amigos, el
próximo post del Micocánido, gran amigo de lorzas y redondeces, consistirá en un somero repaso de las industrias y
andanzas de los gordos más recordados, contundentes, grandes y pesados – en el
buen sentido- de la historia del ruacanrol. Piensen en nombres como Meat Loaf,
Leslie West, Pig Champion y Hank Von Helvette y a lo mejor aciertan y todo...
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