Que
mejor fecha que la del supuesto fin del mundo para el retorno, al estilo de un
peludo y lenguaraz jinete del Apocalipsis, de su buen amigo el Zorromono. Bien
sabemos desde aquí de la angustia que han sufrido los lectores de tan rupestre
mutante por causa su prolongada ausencia blogueril y los inquietantes rumores al respecto que circularon
por prensa, tabloides y páginas rosáceas – ¿Adscripción a una secta milenarista
texana acumuladora de armas de asalto? ¿Romance adúltero y fecundación
contranatura de Marta Ortega? No way!-, pero la espera ha terminado. El
Foxmonkey está de vuelta. Y lo está con la segunda parte de su repaso de los
más destacados rollizos de la historia del ruock.
Si el
Micocánido les pregunta por la banda más cafre de todos los tiempos, unos
pensarán en Motörhead, otros en Slayer; Machetazo, reflexionarán los de allá,
Trigo Limpio, mascullarán acullá… Pero para el Zorromono la respuesta, por
calidad e influencia, serían dos palabras: Poison Idea, inquietante y
ensordecedora institución de Portland liderada por los ultraobesos Jerry A y
Pig Champion (DEP).
Quienes
no hayan escuchado ningún disco de estas bestias pardas no se pueden ni
imaginar el aire de emponzoñada mala baba que estos puercos eran capaces de comprimir en sus tonadas. Fundados a principios de los ochenta, la cochambrosa
nave comandada por el vocalista Jerry y el guitarra Champion arrasó durante más
de una década con todos los escenarios que se les pusieron a tiro y establecieron
varias piedras de toque en la evolución del punk y su fusión con el heavy más
bruto.
La
desmedida pasión de tan finos instrumentistas por las drogas duras y la comida
basura -Pig adoptó tan sugerente apodo tras levantarse a duras penas una mañana
y descubrir que pesaba 200 kilos- iba unida a un chirriante y asilvestrado
humor. Uno de sus blancos preferidos fue el moñas de Ian MacKaye, líder de Minor
Threat y Fugazi e ideólogo del lechuguino movimiento Straight Edge, suerte de
mezcolanza entre purismo carnal opusiano, vegetarianismo y valores positivos.
Principios que, como se pueden imaginar, nuestros mórbidos héroes se pasaban por
el arco del triunfo y se tomaban a chufla entre ventosidades, eructos y
decibelios.
Pero MacKaye no fue la única víctima de estos bosquimanos del punkrock, ya que sobre todo Jerry A era muy dado a sacar la lengua a paseo cuando iba trompa, que era casi todo el tiempo, y meter unas rajadas de campeonato contra todo el que tenía cruzado en ese momento. Y no eran las verbales las únicas rajadas a las que era aficionado el cantante, porque otra de sus costumbres era cortarse con cuchillas de afeitar y dejarlo todo perdido de sangre por ahí. Ya se pueden imaginar ustedes el cuadro, estimados Zorromoners
El gran
momento de la banda, pese a que nunca superó el estatus de grupo de culto,
llego en 1990 con la edición de su obra magna Feel the Darkness, un bombazo en
el que la velocidad y la suciedad de sus obras de los ochenta queda algo
atemperada y les mueve hacia una línea más hardrockera que jarcoreta. Poison Idea,
con Jerry y Champion como únicos miembros estables, aún editó el vitriólico Blank,
Blackout, Vacant antes de separase en 1993. Vivieron varios fugaces retornos y
registraron un último trabajo, Latest, Will and Testament (2006), antes de que el guitarrista estirara su rolliza pata.
Pese a
que su éxito comercial y popular fue nulo, la grasienta sombra de los de Portland planea de forma reconocible y admitida sobre ídolos tan
respetables como Kurt Cobain, Pantera, Muletrain, Negu Gorriak, Samesugas, Zeke, Ratos de Porâo y
el siguiente atasco de gruesos del que se ocupará, cual oscuro pocero del
rocanrol, su amigo el Zorromono: los orondos y encuerados bárbaros noruegos de
Turbonegro.
Que banda, queridos Zorromoners… Los que han vivido únicamente la última etapa de estos colosos, la posterior a su reunión de 2002, no son capaces de entender el halo de misterio, peligro y desasosiego que rodeaba a los escandinavos. ¿Eran realmente esa tribu de sodomitas locos que sugerían sus letras? ¿Era cierto que su ternasco cantante, Hank Von Helvette, acostumbraba a meterse bengalas por el culo en sus shows? ¿De verdad se habían separado en la sala de psiquiatría de un hospital de Milán durante su gira de 1998, tras sufrir el colega un colapso por culpa de la heroína? ¿Trabajaba el vocalista en un museo dedicado a la caza de la ballena en un puerto noruego, como parte de su rehabilitación? ¿Se organizaban sus fans en temibles Turbojugends, ataviadas de denim hasta las cejas y ansiosas de pompis frescos?
La
respuesta resultó ser un rotundo sí a todo, menos a lo primero. Pero no
nos despistemos y empecemos por el principio; en términos posmodernos,
Turbonegro podría definirse como un “contenedor de influencias” – y de otras muchas
cosas-, porque su propuesta se basa en recoger lo mejor del rocanrol de los
últimos 40 años y moldearlo a su antojo, otorgándole una personalidad propia y
envolviéndolo en una estética y una mística ideológica bastante más compleja de
lo que parece. Que fusilan y plagian a cascoporro, vamos, pero que lo hacen con
mucha gracia y talento. La historia de la banda comienza en los primeros noventas, pero empezaron a fraguarse un nombre en la
escena rockera mundial con Ass Cobra (1996).
Plagado
de choteos, muestras de humor berraco, charlotadas homoeróticas y homenajes a
Poison Idea, Bad Brains y los chulazos de Tom of Finland, el álbum es un pelotazo hardpunk plagado de
temones breves que tratan temas como las erecciones, NAMBLA, la tela vaquera y
Hitler - al dedican el tema Bad Mongo-, recubierto todo con una
iconografía descacharrantemente beefcake que tenía en el rellenito y bigotudo Von
Helvette a su máximo protagonista. Aunque fue su siguiente Apocalypse Dudes, editado dos años depués, el que
los elevó a la categoría de mitos. Haría falta un post entero para
desentrañarlo polo miúdo dada su grandiosidad, pero sirva como ejemplo que el mismísimo Jello Biafra lo definió como el disco de rock más importante jamás grabado en Europa y que mostros como Queens Of The Stone Age, Monster Magnet y el principe Haakon de Noruega, reconocido fan de sus pedestres paisanos, se deshicieron en alabanzas.
El culto creado alrededor de la banda les llevó a reunirse cuatro años después de su separación de 1998, con el consiguiente histerismo por parte de los fans, un reconocimiento mundial unánime y la modesta autodefinición de "banda underground más grande del mundo". Y todo ello bajo el timón de dos soberanos gorditos -nuestro amigo Helvette y el bajista Happy Tom y su traje de marinerito- y un rubio y escuchimizado guitar hero conocido como Euroboy. Por desgracia, pese a seguir produciendo buenos discos y crecer en popularidad, el peligro de antaño mutó en divertido circo de tres pistas y la historia culminó, tras un par de trabajos dignos y uno más bien regulero, con la marcha de Helvette por una causa 100% Turbonegro: su ingreso en la Cienciología. O eso dijo, por lo menos.
Pero a robusto muerto, tripudo puesto. Pese a que el Zorromono remitió a la oficina de los noruegos un devedé en el que aparecía cantando varios temas de la banda ataviado únicamente con los correajes del uniforme de la Guardia Civil - la respuesta, y les juro por Dio que esto ocurrió, fue "You're too tall and too handsome for us. xoxo"- Happy Tom eligió para el puesto al rollizo británico Tony Sylvester. Y miren por donde, con este velloso chubby al frente, Turbonegro ha logrado este año su mejor disco desde ni se sabe cuando, Sexual Harassmen, recuperando la furia punk de antaño y prosiguiendo con su todavía ascendente carrera.
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